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La Cartuja

La visita a la Real Cartuja de Valldemossa empieza por la iglesia, una contundente nave de piedra del siglo XVIII que permanece fresca todo el año. En el altar mayor se encuentra la imagen de santa Catalina Tomàs.

Desde la iglesia pasamos al claustro encalado. Aquí se encuentra la antigua botica dieciochesca, que guarda una colección de botes azules de loza catalana contemporáneos de esta parte del convento. Las celdas, a lo largo de una galería amplia y larga, son como manda la regla de la orden: pequeñas casas adosadas con huerto.

Los ventanillos que hay junto a las puertas servían para dejar la comida a los monjes, que hacían voto de silencio y pasaban buena parte del tiempo rezando y estudiando en soledad. Para no embotar sus facultades, los cartujos alternaban la oración y la lectura con pequeños trabajos artesanos, el cuidado de sus celdas y el cultivo de los huertos. Aunque con la desamortización estos huertos se transformaron en jardines, todos conservaron el mismo sistema de riego, con acequias integradas en los muretes y sus correspondientes albercas.

La visita termina en el palacio del rey Sancho, la parte más antigua de la cartuja, que fue decorado en el siglo XIX con paredes enteladas y muebles dorados.

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